Mi betaespera no fue como la de muchas chicas, la primera semana estuve tranquila, sí, un poco ansiosa, pero dentro de todo, tranquila. Era mi primera FIV. Sabía que la mayoría de las chicas lo lograba recién al segundo o tercer o más intentos. Así que todavía tenía muchas chances por delante. Además me embargaba la sensación de que ya estaba embarazada. Al saber que mis bebés ya tenían vida,independientemente de que implantaran o no, ya me hacía sentir madre. Esa primera semana pasó con normalidad, incluso un sábado me fui de compras con mi hermana y todo. No quería quedarme mucho tiempo en cama porque había leído que quedarse quieta en cama, no ayudaba a la irrigación del útero.
La segunda semana comencé a preocuparme. El domingo 18 a medianoche noté un par de manchitas marrón clarito, pero pensé que sería flujo o por la progesterona. Igual me asusté, y le envié un mensaje a mi doctora. Me contestó que era normal y que mientras no empezara a sangrar rojo franco que no me preocupara.El lunes el manchado se había convertido de marrón claro, a oscuro y a la noche casi negro y con olor fuerte. Pero la doctora me dijo que no me preocupara, que era pronto para ser el periodo, así que debía estar tranquila, ¿no es así?
El martes tenía todos los síntomas de que era menstruación lo que me estaba por bajar. Pinchazos en el útero, lolas hinchadas, incluso me habían salido algunos granitos y tenía un poco de dolor de cabeza. Sólo que las manchas seguían siendo marrón oscuro, casi negro. No rojas. Parecían sangre vieja. Me asusté. En el trabajo se lo comenté a una colega, que le avisó a mis supervisores y me enviaron a casa a hacer reposo. Me sentía re culpable, porque pensé, para qué me mandan a hacer reposo si no me está ocurriendo anda raro, es sólo la puttt..... menstruación que está viniendo, no quedé embarazada...
Ya tenía experiencia en pasar por esa desilusión. En mi anterior betaespera en mi única IA había empezado a manchar unos 5 días antes de la beta y era menstruación. O sea, ni siquiera llegué a hacerme el análisis de sangre. Y ahora pensé: ¿Otra vez? ¿De nuevo ni siquiera voy a llegar a la beta? ¿Cómo me puede estar pasando esto de nuevo? Le escribí de nuevo a mi doctora, que me tranquilizó y me mandó a hacer reposo.
Pero no tengo certificado médico, le dije. No puedo faltar al trabajo así.
Vení mañana a la mañana que te hago un certificado.
Me acosté ese martes en la noche y me lloré todo. Ni siquiera había llegado a la beta... ¡otra vez!
Miércoles 21 de madrugada. Tenía un test de embarazo guardado desde hacía un par de meses. Por las dudas. Pensé en hacérmelo. Para que la menstruación llegara finalmente y me hundiera en la tristeza de una vez, pero al menos no seguiría con esa incertidumbre. Siempre me había pasado que era cuestión que me hiciera un test de embarazo para que el periodo apareciera, así que esta vez ocurriría lo mismo... ¿o no? Había pasado toda la noche con un poco de asco, y levantándome a cada rato al baño. Viendo el papel manchado marrón casi negro... Si me hacía el test, que seguro daría negativo, la menstruación vendría de una vez por todas y dejaría de torturarme con ese cuentagotas...
Hice el test, espere un par de minutos y me atreví a mirarlo. Total, seguro estaba blanco nuclear, como todos los anteriores test en mis 10 años de búsqueda del embarazo...
No estaba blanco, había una tenue rayita... ¿Cómo? lo saqué del recipiente. Sí, había un rayita tenue, tímida, pero real. REAL. REAL!!!
En 10 años jamás había podido ver esa segunda rayita. ¡Pero ahí estaba! No era un sueño, ni una ilusión. Sabía que era normal que fuera suavecita porque me faltaban unos días para la beta. Estábamos a miércoles 21 y la beta era el viernes 23.
Volví a colocarlo asustada en el recipiente casi de inmediato. Lo había sacado incluso antes de los 3 minutos reglamentarios. Después que pasó un minuto más volví a agarrarlo. Sí, la rayita marcando el positivo, seguía ahí. Estaba definitivamente embarazada. Y fui feliz, tenía miedo, estaba nerviosa. Asustada. Pero muy feliz. Dios me había hecho el milagro ¡ESTABA EMBARAZADA!
Fui al dormitorio, creo que eran las 6 o 6.30 de la madrugada. Le saqué una foto y se la envié a mi hermana. ¿La ves? Le pregunté. Hay una segunda rayita, ¿también la ves? Al rato me contestó que sí. Estaba feliz por mí también.
A las 8 am se levantó negrito y se lo conté. Negro, yo se que vos siempre te enojabas cuando compraba un test de embarazo porque decías que era tirar plata... pero yo tenía guardado uno y esta mañana me lo hice... y dio positivo! Estoy embarazada! Vamos a tener un bebé!
Negrito estaba como medio incrédulo. Sorprendido, medio adormilado todavía... Atinó primero a retarme porque había pensado que él se iba a enojar por el test. PEro luego estaba muy feliz también. Me besó la panza.
Igual tenemos que ser prudentes Negro, le dije. Hay que esperar al análisis de sangre y luego la primera ecografía...
Fuimos charlando todo el camino hasta el consultorio de la doctora, para que me diera el certificado para el trabajo. No se lo contaríamos a nadie todavía, excepto a mi mamá, que me había acompañado a hacerme la transferencia y me había apoyado mucho todo el tiempo. y por supuesto a mi papá también. Ellos dos lo sabrían primero, por ahora. Aparte de mi hermana que ya había visto la foto del test casero.
Pasé a ver a la doctora y mientras me hacía el certificado le conté que me había hecho un test de embarazo. Me preguntó que resultado había salido. Y se lo mostré.
Vio el test y me dijo ¡Estas embarazada! Yo lo sabía. ese manchado que tenés es de implantación, sabía que es buena señal.
Yo largué un sollozo de felicidad. Doctora, he esperado 10 años para que me dijeran eso...
Salí del consultorio feliz. La doctora me lo había confirmado. El test era positivo. Teníamos que ser prudentes y esperar a la beta, pero el test era positivo, sin dudas.
Sentía como si tuviera el sol en el pecho, y todo mi ser brillaba con luz. Mi alma, mi corazón brillaban de felicidad. Mis dos solcitos, mis bebés, ¡se habían quedado conmigo! o al menos uno de ellos se había quedado conmigo. ¡Estaba embarazada!
Dicen que los bebés vienen de un repollo, otros que los traen las cigüeñas, otros dicen que bajan de las estrellas y vienen a posarse en el vientre de las futuras mamás. Bueno, para las mujeres con diagnóstico de infertilidad, como yo, no nos es tan fácil. El repollo quizá se ha secado, la cigüeña perdió el camino, y las nubes tapan las estrellitas y por eso nuestros bebés no pueden alcanzarnos. Entonces yo decidí que voy a construir yo un caminito de estrellas que me lleve hacia mis bebés.
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